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domingo, 17 de octubre de 2010

Urano y Cronos, padres crueles


Urano, padre cruel, temiendo que sus hijos lo destronasen, los encerró en el interior de su madre. Gea, cansada y compadecida, pidió ayuda a sus hijos y les dio armas para luchar contra su padre. Pero sólo Cronos, el más joven de los Titanes, atendió a sus lamentos. Con una hoz, castró a su padre: del esperma de Urano que cayó al mar se formó una espuma de la que nació Afrodita, diosa del amor, mientras que de la sangre que cayó a tierra nacieron las Erinias, los Gigantes y las Ninfas Melias.

Después de esto, liberó a sus hermanos, ocupó el trono del mundo y se casó con su hermana Rea. Con ella tuvo seis hijos (tercera generación de dioses o dioses olímpicos): Deméter, Hestia, Hera, Hades, Poseidón y Zeus. Pronto se mostró tan cruel y tirano como su padre e iba devorando a sus hijos nada más nacer, pues Urano y Gea habían vaticinado que sería destronado por un hijo suyo.

Cuando Rea estaba a punto de dar a luz a Zeus, su último hijo, engañó a su esposo envolviendo una piedra en pañales y ofreciéndosela como si se tratase del recién nacido. Cronos no sospechó el engaño y se la tragó.

Zeus fue conducido a la isla de Creta, donde la cabra Amaltea lo amamantó y lo crió, mientras los Curetes, para disimular el llanto del niño, golpeaban sus escudos con lanzas y bailaban danzas guerreras. Al llegar a la edad adulta, con ayuda de la Oceánide Metis (la Prudencia), ofreció una pócima a su padre que le hizo devolver a los hijos que había devorado. Una vez liberados sus hermanos y con la ayuda de los Cíclopes y los Hecatónquiros, Zeus declaró la guerra a Cronos, que contaba con el apoyo de sus hermanos, los Titanes. Esta lucha se conoce con el nombre de Titanomaquia y acabó con la victoria de Zeus, quien devolvió a los Titanes al Tártaro (el recuerdo del fragor que produjeron éstos al caer explica el estruendo de los terremotos).

Después Zeus repartió el mundo equitativamente entre sus hermanos: a Hades le ofreció el mundo subterráneo, a Poseidón el mar, y se reservó para sí el reino del cielo. La Tierra y el Olimpo no se dividieron y quedaron aparentemente como lugares comunes, unidos indisolublemente.

Pero Zeus tuvo que afrontar otra batalla más para conservar este nuevo orden: el enfrentamiento con Tifón, hijo de Gea y el Tártaro, conocido como Tifonomaquia.